Padre Tiberio Fernández Mafla

23.08.2019

Nacido en Riofrío, 9 de abril de 1943 - Trujillo, 17 de abril de 1990. Fue un sacerdote colombiano asesinado durante la masacre de Trujillo en el marco del conflicto armado interno de Colombia. Fue nombrado párroco en Trujillo (al noroccidente del departamento del Valle) en Septiembre de 1985. Desde que llegó a la parroquia desplegó una inusitada actividad a favor de su comunidad, y de manera particular de los más pobres, no se tenía noticia en la región de un párroco tan activo y comprometido por la organización comunitaria y búsqueda de justicia social, a la vez que crítico del sistema político clientelista que imperaba en el pueblo. Su esfuerzo se concretó en la creación de cerca de 20 empresas comunitarias (algunos hablan de 45), en zona rural y en el área urbana de la población.  

En los cinco años en los que estuvo a la cabeza de la parroquia de Trujillo, emprendió la creación de 45 empresas comunitarias, grupos de la tercera edad, comités de cuadra y microempresas familiares: ebanisterías, panaderías, productoras de frutas y verduras, costureros, etc.

"El Padre gestionó unos 20 millones para este municipio. Era un tipo muy socializante, también muy espiritual, conjugaba la parte antropológica y la espiritual; involucra al hombre y también a la mujer en todos los procesos, formándolos intelectualmente" dice el Informe.

Los politiqueros de la región buscaban establecer alianzas con el carismático y simpático sacerdote, pero este señalaba de forma clara y en voz alta que no se comprometía ni con violentos ni con corruptos. 

Trujillo tenía en ese entonces unos siete mil habitantes, dependía del monocultivo cafetero y era disputado políticamente por dos corrientes del conservatismo: lloredistas y holguinistas. 

El padre Tiberio se había vuelto muy amigo del gamonal lloredista Rogelio Rodríguez, según algunos pobladores porque esta línea era menos arbitraria y autoritaria que la holguinista, liderada por Juan Giraldo -a su vez, jefe de una escuadra de hombres armados que ejercían acciones paramilitares-. Al tiempo, Tiberio había logrado detener varias tomas guerrilleras que el Eln pretendía efectuar en Trujillo. "Les dijo: 'Con armas no se consigue nada y es mejor que se vayan porque aquí queremos la paz'", me contó uno de sus amigos. "Pero la guerrilla le respondió: 'Está bien padre, no nos tomamos el pueblo, pero tampoco nos vamos', y lo que hicieron fue guardar los fusiles y otras armas largas, vestirse de civil, enfundarse un revólver y mimetizarse entre la gente". A esto se sumaba que en la alta montaña el Eln mantenía sus acciones de financiación, sobre todo el secuestro de familiares de terratenientes de la zona y robo de ganado de sus haciendas, muchos de los cuales eran los narcotraficantes Urdinola Grajales, el Alacrán y Don Diego.

DOS. A finales de abril de 1989, los campesinos de Trujillo azuzados por la línea Armenia de la ANUC organizaron una marcha de protesta por las precarias condiciones de vías rurales, por la carencia de servicios básicos en no pocas viviendas veredales y por la creciente amenaza del conflicto armado. Pero llegado el día de alinear a los tres mil campesinos que salieron a marchar, nadie de la ANUC apareció; los campesinos, desarbolados, fueron hasta la parroquia y le pidieron al padre Tiberio que les sirviera de vocero ante la administración local. El padre aceptó. Al llegar a la Alcaldía, varios militares lo recibieron y comenzaron a decir que los campesinos de la marcha eran guerrilleros. El alcalde permanecía en silencio. Tiberio les dijo: "No son guerrilleros, yo los conozco y sé que son campesinos".

Y en contra de la voluntad de los militares y de la Policía, la marcha se llevó a cabo; lo inevitable fue que entre tres mil manifestantes se infiltraron integrantes del Eln.

Eran días de proselitismo porque las elecciones para Alcaldía y Gobernación iban a ser en el segundo semestre del año. El poder local estaba en manos de los holguinistas y era casi inatajable que perdieran la Alcaldía de 1990-1992: primero, porque los campesinos estaban agotados de la ineptitud de gobiernos anteriores -todos holguinistas-; y segundo, porque el padre Tiberio, que era el más respetado y querido por la población, se mostraba más cercano a los lloredistas. Entonces, como medida de choque ante la inminente derrota electoral, los holguinistas echaron a rodar la bola en cafés, esquinas, mercados, de que el lloredismo estaba permeado y motivado por ideologías revolucionarias del Eln y ponían como prueba lo ocurrido en la marcha. Esta fue la información que los organismos de inteligencia del Ejército y de la Policía captaron en sus operativos.

En los comicios fue elegido alcalde el lloredista Rubén Darío Agudelo -esposo de la actual alcaldesa de Trujillo, Gloria Amparo Espinosa-. El escenario era más o menos este: los traquetos, burlados por la guerrilla, alistaban la venganza; los holguinistas, heridos en el orgullo, querían propiciar la caída del nuevo establecimiento; y las fuerzas del Estado no toleraban mucho tiempo más que la guerrilla les jugara a dos bandas: en la cordillera con fusiles y granadas y en el pueblo con discursos y agitación ideológica. Para estallar, sólo se necesitaba el detonante adecuado.

El 17 de abril de 1990, cuando el padre Tiberio regresaba a Trujillo en su campero, en compañía de dos amigos y su sobrina Ana Isabel Giraldo, paramilitares, al mando de alias "El Alacrán", los interceptaron y los condujeron a la hacienda Villa Paola.

Según el informe Trujillo, una tragedia que no cesa, publicado por el Centro de Memoria Histórica en 2008, en la hacienda Villa Paola, el padre y sus acompañantes fueron torturados: "En este episodio se registra violencia sexual tanto contra el sacerdote (castración) como contra su sobrina Ana Isabel Giraldo, a quien torturaron, violaron y le cercenaron los senos ante la mirada impotente de su tío. El cadáver descuartizado del Párroco fue rescatado de las aguas del río Cauca en la Inspección de Policía el Hobo del municipio de Roldanillo. Sus restos fueron identificados por un platino en una de sus piernas. Los cuerpos de sus acompañantes nunca fueron recuperados".

Esto sucedió hace 23 años, junto con otros 338 asesinatos y desapariciones que ocurrieron entre 1988 y 1994, episodio que se conoce como La Masacre de Trujillo, y a alias "El Alacrán" de 65 años, nacido en Bolívar, Valle, como uno de los mayores responsables de esa tortura colectiva.

La tortura y el asesinato del Padre Tiberio se convirtieron en el símbolo de La Masacre de Trujillo. Él fue la víctima reconocida por toda la comunidad, cuya desaparición impactó, no sólo en los corazones y en el sentimiento religioso del pueblo, sino en la esperanza comunitaria y en las iniciativas productivas y de desarrollo que el Párroco lideraba.

La muerte del Padre Tiberio le dolió tanto a Trujillo como a otras parroquias en Colombia. Sesenta sacerdotes y dos obispos de diferentes partes del País asistieron a sus honras fúnebres, donde sancionaron canónicamente de excomunión a los asesinos.

La desmedida crueldad de su asesinato superó toda la simbología cultural de la violencia, que hasta entonces se había perpetuado contra la espiritualidad de las comunidades campesinas colombianas.

En los municipios de Trujillo, Riofrío y Bolívar campeaba la violencia de tal manera que hoy se da cuenta que entre 1988 y 1994 se registraron, según los familiares y organizaciones humanitarias, 342 víctimas de homicidios, tortura y desaparición forzada. Ante la monstruosa situación Tiberio no se podía callar y denunció el torbellino de violencia contra la población civil, en una alianza entre narcotraficantes, agentes locales y regionales y la fuerza pública.

La Comisión de Investigación de los Sucesos Violentos de Trujillo (CISVT) de 1995, con el aval de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, pudo establecer la alianza regional entre las estructuras criminales de los narcotraficantes Diego Montoya alias "Don Diego" y Henry Loaiza alias el "Alacrán" junto a miembros de la fuerza de seguridad del Estado, Policía y Ejército y algunas autoridades civiles, con muy variados móviles: limpieza social, eliminación de testigos, despojo de tierra y persecución política.

El profesor Gonzalo Sánchez, director de Memoria Historia de la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación, señala: "en Trujillo se exhibieron un repertorio de instrumentos y procedimientos de tortura y de terror que serían multiplicados una y mil veces en la geografía nacional: motosierras para desmembrar vivas a las víctimas, hierros candentes introducidos en los cuerpos y la aplicación de sal en las heridas abiertas, uso de soplete de gasolina, martilleo de los dedos, levantamiento de la uñas, en fin lo más denigrante y atroz que se pueda concebir".

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