Memoria de los Hechos

23.08.2019

Todos tenemos recuerdos porque la vida lo merece, tenemos recuerdos porque no queremos el olvido. Hablamos acerca de nuestra historia, porque si no lo hacemos nosotros, ¿entonces quién? Hablamos porque si no, los recuerdos se hunden en el abismo oscuro del olvido.

"Los sacaron de la casa en horas de la madrugada y nunca volvieron, los pasaron por la motosierra y los tiraron al río Cauca, los bajaron del bus, del Willys y a la orilla de la carretera quedaron asesinados, llegaban los uniformados y el carro blanco, seguro ya vienen por otros... y la gente no podía hablar, no decía nada, tenía miedo, era la época de Trujillo bajo el terror y la amenaza, se llevaron a nuestro amigo y pastor el Padre Tiberio y lo torturaron, lo asesinaron... hoy persiste el miedo y el silencio..."

"Hoy 17 de enero del 2009, quiero recordarles mi historia sobre las memorias de la violencia del municipio de Trujillo Valle, sucedidos por allá en los años 90. Mi vida era muy tranquila, era como la de cualquier campesina, dedicada a las labores de la casa y el campo; mi esposo Germán Martínez, mi hija Diana y yo, podríamos decir que éramos felices, hasta una fatídica noche, en la que aparecieron unos hombres encapuchados y tras agredirnos verbal y físicamente, esos desgraciados nos "jodieron" la vida, pues a partir de ese momento se acabó la tranquilidad que teníamos, y peor aún, porque a los pocos días asesinaron a Germán mi esposo, no contentos con esto, empezaron la persecución en contra mía, teniendo que dejar todo tirado, para salir huyendo, dejando lo poco que tenía, ya que me escapaba o me moría..."

"Nuestro dolor ya no proviene del exterior, cada uno lo llevamos dentro de nosotros mismos, como un manantial que no se agota, es necesario entonces esperar, aunque la esperanza haya de verse a veces frustrada, pues, la esperanza misma es una dicha, y sus fracasos por frecuentes que sean, son menos horribles que su extinción"                                                                                      

"Parto de la concepción, que la familia es el núcleo central de una comunidad y los miembros que la componen significan la razón de ser de nuestra vida. Por tal razón, cuando un familiar nuestro es arrancado violentamente de nuestro lado, se crea en nosotros en primer lugar, un estado de tristeza, dolor, indignación, impotencia que nos postra; a la vez establecemos un vínculo mental con ese ser querido y su memoria permanece con nosotros por tiempo indefinido."

"Estos pedazos de recuerdos perdidos en la bruma de los años, que aun cuando incompletos, velados y con trozos perdidos o escondidos, se constituyen en fuente actual de reconstrucción de un pasado vivido con dureza por unos hombres y mujeres que en su momento lucharon por salvaguardar su precaria existencia"[1].

Como dicen Iván Cepeda y Claudia Girón: "La contemplación de las ruinas es la determinación del inventario de lo que ha sido dañado, la deducción del contexto del que provienen los fragmentos... a través de la reconstrucción de las ruinas se puede determinar a ciencia cierta qué fue lo que se destruyó, y por qué se dio esa destrucción. Buscando entre los objetos y restos de ese mundo material desintegrado se encuentra el testimonio de los derechos que fueron desconocidos en el pasado".[2]

Es lo insólito de Dios, es que nos muestra que ahí donde se quiso excluir, destruir y arrasar en una cultura de violencia y de guerra, surge la vida e irrumpe la esperanza y la justicia. De esta memoria se levanta un parque a la vida, unas esculturas que hablan de proyectos, jardines con aroma de justicia, símbolos de fraternidad y solidaridad. Nace una organización de familias que reivindican la vida y luchan contra la impunidad, AFAVIT, otro símbolo de resistencia y de fe, de esperanza y dignidad. Es la razón para que cada miembro de la Asociación siga fiel a sus principios, no se deje romper ni dividir, permanezca unido en su lucha digna, justa y libre. Es el momento de seguir construyendo esta magna obra humana y trascendente como es la justicia y como dice el profeta Isaías 54,14 "La justicia te hará fuerte, quedarás libre de opresión y miedo y el terror no volverá a inquietarte".

Los silencios que guardamos están repletos de vida y es preciso que esos silencios hablen, para que surja la vida y podamos recrearnos como personas y como pueblo. Si nuestra generación no habla, si no escribe, si no obra, permanecerá marginal a la historia, y como esta historia es radicalmente la vida humana, simplemente no existirá.

"Al recuperar la memoria, nos convertimos en dibujantes de los acontecimientos, rastros de memoria, que necesitamos para reencontrarnos con nosotros mismos, con la historia de nuestro pueblo, con un nivel de conciencia emancipada, y en el lenguaje del filósofo Camus,  comprometernos a ser "historiadores del instante"
                                                                                       

                                                                                       Hermana Maritze Trigos, acompañante de AFAVIT.


[1] Riaño A Pilar, Nuevos silencios de viejos olvidos. Memoria y ciudad, Corporación Región p.151
[2] Cepeda y Girón, La memoria histórica, Revista No 13 Justicia y paz intercongregacional, 2000 p.39

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